jueves, 26 de enero de 2012

La loca aventura del saber - Cap.1: ¿Adiós a las oficinas de patentes?

Isaac Newton        

Los conocimientos clásicos grecorromanos se perdieron para Occidente en el gran retroceso que fue la Caída del Imperio Romano.

Con el Renacimiento, los conocimientos clásicos que habían sido en su mayoría conservados por las élites eclesiásticas o en el mundo árabe, regresan gradualmente al público en general.

En 1845, Edgar Allan Poe escribió un inquietante relato denominado "Conversación con una momia". Dicho cuento deja en el lector la incómoda impresión que en el siglo XIX no se habían podido alcanzar los niveles de conocimiento y organización social que lograron los antiguos egipcios muchos siglos antes.

El Universo descrito por la ciencia del siglo XIX es un hermoso mecanismo de Relojería. Los planetas orbitan al sol siguiendo órbitas elípticas. Si le doy un empujón a un carrito puedo calcular con mucha exactitud cuál será su velocidad. Los compuestos químicos son el resultado de mezclar elementos conocidos en proporciones exactas. La matemática es una herramienta incorruptible, una herramienta abstracta pero confiable en sus aplicaciones prácticas.

Dice la leyenda que el director de patentes Charles Duell dijo, durante el s.XIX, que había que cerrar tal oficina porque “ya no quedaba nada más por inventar”. La cita es apócrifa, pero hay una cita que es cierta, de 1843, en la que el Comisionado para Patentes, Henry Ellsworth, dijo algo así como que podría estar llegando el momento en que el desarrollo humano llegara a su fin.

No se conocían aún algunas de las piezas del Reloj universal, había agujeros en la tabla de los elementos químicos, no todos los problemas matemáticos estaban resueltos. Pero era, eso parecía, cuestión de tiempo hasta que se encontraran todas las piezas, todos los elementos, todas las soluciones a los problemas matemáticos.

Pero, y siempre hay un pero, la Realidad tenía en la galera una multitud de conejos esperando a magos que los expusieran al público. Un siglo después, la mayoría de la humanidad conoce los nombres de sus trucos, pero muy pocos entienden realmente cómo se realizan.

Algunos de los nombres de esos magos son ampliamente conocidos. Otros, un poco menos quizá. Einstein, Schrodinger, Dirac, Bohr, Godel… son algunos de los nombres de los magos que iban a destrozar el prolijito modelo del Reloj universal, anunciando una revolución del conocimiento y de las artes más increíble aún que el Renacimiento y la Revolución industrial.

Un científico de finales de siglo XX no tendría ninguna dificultad en mencionar miles de inventos, teorías y descubrimientos que serían inimaginables tanto para griegos y romanos, como para los antiguos egipcios.

Y las oficinas de patentes, como bien sabemos, gozan de buena salud y permanecen abiertas.

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